¡Disfrutad!
2. Gris
“... ¿Estoy muerta?”, se dijo Aya a sí misma. Flotaba en una inmensidad negra, desnuda, indefensa. Sentía como si su pecho estuviera abierto, como si le hubiesen quitado una parte suya. Y, en efecto, había un gran hueco negro donde debería estar su corazón.
“¿¡Eh!?”, exclamó, asustada. Pero no podía moverse demasiado porque todo su cuerpo dolía, como si le hubiesen dado una paliza.
“Bueno, si duele cura, jeje...”, bromeó consigo misma, para volver a caer en la misma incertidumbre. ”Aya, no es momento de bromas así que concéntrate. Si te duele el cuerpo significa que no estás muerta, en teoría. Así que debes estar en coma o algo así” Se dijo a sí misma, pensativa.”... ¿Cuántos días habré estado sin actualizar el blog? Mierda. Tenía buenas entradas en borradores.” Sacudió la cabeza. No era momento para preocuparse del blog, porque hasta ella sabía establecer prioridades. Y lo primero era escapar de allí, aunque fuese un estado de coma o lo que fuera.
Y miró a todos lados. Pero no veía ninguna salida. A parte del cuerpo, su cabeza y sus ojos dolían como nunca.
“Qué fastidio”, pensó chasqueando la lengua.”Concéntrate en salir... concéntrate en salir... concéntrate en...” Empezó a decirse a sí misma, frunciendo el ceño y mirando al frente. Debía salir de ese estado. Podía. Lo sabía. Y, poco después, vió una luz a lo lejos. E inmediatamente, aquel destello se acercó a ella.
“... en salir”.
___
Aya abrió los ojos lentamente. Veía todo borroso pero tras parpadear unas cuantas veces, su vista empezó a aclararse hasta poder ver claramente lo que pasaba:
Veía un techo. Un techo alto y con un gran candelabro colgado. Y, además, veía el extremo superior de una jaula cobriza...
-¿¡Una jaula!?- Exclamó incorporándose. A su lado estaba su erizo, con mirada preocupada. Había estado gritando durante todo el rato y, al ver a salvo a la joven, suspiró. Se subió al regazo de Aya, haciéndose una bola.
-Que alguien me explique esto.- Se susurró a sí misma, mirando a todos lados atónita. Parecía estar en una jaula profusamente decorada, alargada, más o menos de unos dos metros de alta. Era demasiado grande para una chiquilla de a penas 1,50 de altura. Chasqueó la lengua con fastidio, mientras terminaba de reaccionar. La jaula donde estaba encerrada parecía un gran hall, como un salón de fiestas de un castillo medieval. El suelo estaba cubierto por una gran alfombra granate, bordada en dorado, y podía adivinar unos grandes ventanales cubiertos por unas cortinas carmesí.
“Qué cojones...”, susurró, frunciendo el ceño. Y, tan pronto como recordó el extraño sueño del que se había despertado, se palpó el pecho ansiosa. No había ningún agujero, y su pijama azul oscuro, de manga corta y shorts, se guía en su sitio y con ningún rasguño. Pero unas fuertes jaquecas seguían atormentando su cabeza, haciendo que se frotara las sienes.
“... ¿Por qué me duele más?”, se preguntó, nerviosa, mientras notaba que su dolor de cabeza seguía yendo de más en más. Y se encontraba allí, agazapada mientras su cerebro parecía ir a explotar. Y su erizo estaba a su lado, chillando mientras la tocaba con la pata. Y oyó unas pisadas cerca, muy cerca de ella. Se giró con brusquedad, asustada de que fuera ese tal Malthus. Había sido él el que le había hecho algo raro. Pero lo que vio, fue a alguien avanzando desde la lejanía. ¿Desde cuando tenía ese oído?
-¡Parece que estás despierta!- Dijo la voz masculina de aquella persona. Mientras se iba a cercando, podía verle con claridad, aún dolorida. No era el hombre de mediana edad de antes, era otra persona. Tenía el cabello revuelto, casi en picos, de color verdoso, y unos morados brillantes, casi fosforitos. Vestía como si de un payaso se tratara. No, más bien como un bufón. Y... sus orejas eran puntiagudas. Y, cuando lo pensaba, recordaba que las orejas del tal Malthus eran así también.
El bufón llegó hasta la jaula, mirando a la débil Aya a través de esta. Se sentía extraña. Como si la presencia del muchacho le causara incomodidad.
-Oh, ¿te duele la cabeza querida? Pobre, pobre niñita...- Murmuró, fingiendo preocupación. Después, se echó a reír.- ¡Es normal! ¡Tu alma humana ha sido arrancada de cuajo! Seguro que te arden los ojos como si te los estuviesen atravesando con espadas al rojo vivo. ¿Verdad?
El corazón de Aya dió una punzada. No entendía nada, pero era cierto. Se sentía así.
-Qué narices... pasa...-Murmuró, respirando con fuerza. Aquel extraño muchacho, que no parecía sobrepasar los 20 años, volvió a fingir preocupación. Extendió su mano y de esta apareció tras un halo negro un espejo altamente ornamentado, asustando a Aya, y provocando una risa en el muchacho. Aya se incorporó hasta ponerse de pie, poco a poco.
“Debo estar teniendo una estúpida pesadilla”, pensó.
-No te preocupes, querida, aprenderás poco a poco, el maestro Malthus te enseñará.- Sonrió.- Pero es mejor que mires por ti misma lo que está pasando, ¿no~?
Y le entregó el espejo. Temblorosa, y notando como su dolor de cabeza se empezaba a normalizar, se miró en él...
Abrió los ojos, en shock. Sus pupilas habían cambiado, volviéndose de un amarillo brillante. Y su cabello se había vuelto más claro. Ya no era de ese negro profundo, si no que era azul oscuro. Sus orejas se habían vueltos puntiagudas.
Dejó caer el espejo, haciendo que los cristales saltaran rotos. Uno de ellos arañó su pierna, haciendo que esta gritara. Pero, mientras se miraba la herida... esta se regeneraba rápidamente.
Observando la escena, el muchacho rió.
-¿Te estás dando cuenta ya... Aya-chan~?- Preguntó burlón, aún sabiendo perfectamente la respuesta. La adolescente lo miró, aún en shock.
-Dime que está pasando...- Murmuró, al borde del llanto.
-Te estás transformando en algo... En una preciosa demonio, como Malthus, como sus cuervos... y como yo~- Cantó el chico. Pero el erizo, que estaba en el suelo, empezó a chillar. El muchacho lo miró con odio, sarcástico.
-A tu rata parece que le pasa algo...
Rabiosa, se precipitó hacia los barrotes, sujetándolos con fuerza.
-¡¡No juegues conmigo o con Kyun-san, estúpido!! ¿Es esto una broma? ¿¡Qué eres, un cosplayer!? ¡¡No hay manera que esas tonterías de demonios existan!!-Gritó. Y el muchacho parecía sorprendido por su reacción, como si pensara que la muchacha iba a quedarse de brazos cruzados, traumatizada.
-Tienes un carácter de hierro, ¿verdad?-Dijo, extasiado. Después, echó a reír.- ¡Me gusta! ¡Me gustas, Aya-chan! Pero ahora Malthus va a llegar para nombrarte oficialmente una primeriza, así que debo irme... Nos volveremos a ver, ¿está bien~?- Siguió, juguetón. Después, se acercó más al rostro de la muchacha, pegado a los barrotes, dejándolos a una distancia casi inexistente.
-Y recuerda... estás sola en esto.- Y sonrió. Sonrió como si de un enfermo se tratara. Aya retrocedió aterrorizada, al mismo tiempo que aquel extraño chico... no... aquel extraño demonio desaparecía en una nube negro, dejando polvo tras de sí. No podía ser una broma.
Los grandes portones del hall se abrieron. Aya estaba demasiado nerviosa, demasiado ansiosa. Había sido demasiado para ella en muy poco tiempo, y simplemente quería desaparecer y volver a su vida rutinaria. A su ordenador, a su habitación, a su vida social inexistente. Notó que el erizo se subía desde su pierna hacia su hombro con rapidez, frotando su cara contra la suya. Él parecía notar todo lo que estaba pasando. Pero, ¿qué iba a hacer un simple erizo un poco humanizado? Nada.
Malthus parecía feliz, satisfecho. Le acompañaban dos de sus sirvientes-cuervo, a sus espaldas.
-¿Estás despierta? ¡Está despierta, chicos!- Gritó el hombre. Los cuervos graznaron. En un abrir y en un cerrar de ojos, Malthus se encontraba justo delante de la jaula, haciendo que Aya se asustara.
-¡Tus ojos brillantes son hermosos! ¿Hm? ¡Ah, es cierto! ¿Debería ser más cuidadoso con mi primeriza? No debería mostrar mi poder tan...
-Cállate, demonio.- Respondió inmediatamente Aya. Entraría en su juego si era lo que querían. Además el conde, el hombre, Malthus, también le transmitía una sensación parecida a la del muchacho de antes. Pero era diferente. Frente a él se sentía más segura, no la asustaba tanto.
Malthus arqueó una ceja y miró a sus cuervos confundido. Después, la miró con sorna
-¿Ya lo sabes todo? Vaya, que chica tan lista...
-Me lo ha contado tu sirviente. El bufón. Y no voy a servirte ni nada por el estilo si es lo que piensas. D-Déjame sola o... o... ¡Llamaré a la policía!- Le respondió, cerrando los ojos, esperando a alguna reacción más. Pero, sólo recibió carcajadas y graznidos, abrió los ojos. La expresión sádica de Malthus adornaba su rostro.
-Aquí no puedes llamar a nadie de tu estúpido mundo humano.... Espera.- El hombre cayó en la cuenta, frunciendo el ceño.- ¿Qué sirviente?
-¡N-No te hagas el tonto! El del pelo de picos y ojos morados.
Y Aya retrocedió aún más. Porque el rostro de aquel secuestrador, o lo que fuese, se sembró en odio. Sus ojos rojos daban auténtico pavor en aquel instante. Cogió con sus manos dos barrotes y los abrió, hasta destruirlos y crear un boquete en la jaula. Después, cogió a Aya, con su erizo en el hombro, del cuello del pijama, alzándola. Kyun-san empezó a chillar.
Se estaba ahogando. Notaba como el puño de Malthus le cortaba la respiración.
-Ya no me agradas en nada, niña. ¿Te crees muy lista, no? Dime quién es esa persona si quieres salir con vida.- Rugió, con una voz que parecía sacada de lo más profundo del averno, que hizo que Aya estuviese aún mñas aterrada. Empezó a sacudir las piernas, con la esperanza de que la soltara.
-N-no lo sé... S-Sólo me dijo que... que...-No podía más. Iba a morirse definitivamente ahorcada por un demonio. Recordó toda su vida pasada, a sus padres, su blog, sus seguidores.
… Y a Yuki.
-Y-Yuki...-Susurró. El demonio arqueó una ceja y apretó los dientes.
-¿Te estás burlando de mi, niña? Se acabó. Mereces estás muerta.
“Mereces estás muerta”, esas palabras resonaron en su mente. De sus ojos salían lágrimas, y notó como el demonio empezó a apretar más y más su puño. Todo a su alrededor se desvanecía sin solución.
… ¿Allí terminaba todo? ¿Todo el esfuerzo había sido en vano? Sólo oía a Malthus gritando y a su erizo chillando. Todo estaba negro. Pero el erizo escaló desde su brazo hacia sus ojos, los cuales arañó con fuerza. El demonio gritó, soltándo a la adolescente, la cual cayó en el suelo como un peso muerto. El erizo saltó justo delante de ella. Seguía encarándose contra el demonio.
-¡Maldito bicho inmundo! ¡Te voy a matar! ¡Te voy a...!-Pero no pudo decir nada más. Porque mientras maldecía a Kyun-san, y con el dolor agudo de su mordedura, no pudo oír a sus espaldas como un cristal se rompía y una gran katana se clavaba justo en su pecho. A los lados, las cabezas de los cuervos salieron despedidas, provocando una gran lluvia de sangre.
Y en el mango de la katana, de espaldas al demonio, el cual agonizaba paralizado, se encontraba alguien. Un chico.
-Te tengo.-Susurró aquel extraño.
Desde el suelo, Aya no podía ver más que sangre, y finalmente el cuerpo inmóvil y muerto del demonio. La katana volvió a clavarse en el cuerpo de éste, para arrancarle la cabeza. Pero Aya no podía reaccionar. Su cuerpo no respondía ni para asustarse o gritar. Sólo oía como su erizo chillaba y se subía encima de ella. Y como el chico se alejaba. Podía notar sus pisadas.
Ese chico... no era un demonio. Era diferente. La sensación era diferente. Era fresca, pero a la vez ácida.
-N-No...- Susurró. Aquel chico era su última posibilidad para escapar. No quería quedarse ahí. Moriría, y no quería morir. De sus ojos volvieron a salir lágrimas.
Pero los pasos del chico se destuvieron.
-¿Hm?-Pudo oír cómo susurraba. Distinguió sus pasos hacia ella, y cómo los chillidos del erizo paraban. Se inclinó, apartando de una patada el cadáver del demonio, una patada que hizo que este saliese disparado. Cada vez, Aya notaba más como se desvanecía. Pero, antes de desmayarse, pudo ver el rostro del que había sido su salvador: Un muchacho de piel blanquecina, cabello negro y revuelto, y unos ojos grises como nunca había visto antes. Sin saber por qué, la chica acercó su mano a la mejilla del chico, para dejar caer muerto su brazo.
Y Aya cayó. Se desmayaba por segunda vez en toda aquella aventura.
Los brazos fuertes y cálidos del muchacho de los ojos grises cogieron a la adolescente, apretándola contra su pecho. Él sabía que debía llevársela de allí, y notaba que no debía asesinarla. Aunque fuese un demonio, sentía que había algo extraño en ella.
Con una gran gabardina negra, una camiseta blanca manchada de sangre, unos pantalones vaqueros oscuros y unos simples zapatos, el chico caminaba tranquilamente hacia la salida. Había aún un buen rato de viaje hasta su destino, pero podía permitirse hacer una parada. Él era alto, fuerte pero no en exceso, muy atractivo. No parecía pasar de los 20 años.
Los pasillos del castillo eran infinitos. Alrededor, se podían ver la masacre que el muchacho había causado: demonios muertos por todos lados, las cortinas rasgadas. Pero pronto llegó a la puerta, totalmente destruida.
Suspiró, mirando a la hermosa noche que había fuera. Había miles de estrellas y en su campo de visión, todo era naturaleza y árboles. Y, visto desde fuera, el castillo no parecía más que los restos de lo que había sido. Típico en los demonios.
Antes de bajar las escaleras que llevaban al camino de piedras para salir de allí, el chico oyó una voz.
-¿Estás seguro?- Dijo otra persona. El muchacho arqueó una ceja, bajando la mirada.
-Si no lo estuviese no lo hubiese hecho, Klaus.- Respondió con naturalidad. Miró a la chica, recostada en sus brazos, y como su erizo le miraba con agradecimiento, apoyado en el pecho de su ama.
-Va en contra de las normas, Kyle. Ella es un demonio después de todo, por muy primeriza que sea.
El chico chasqueó la lengua.
-Ya lo sé. Pero es diferente.
-¿Mmm? ¿Te estás ablandando?
El chico suspiró, mirando a otro lado.
-No es eso. Es que está viva.
-... ¿Y eso qué tiene que ver?
-Todo. Porque acabo de matar a Malthus, y le he cortado la cabeza.
Se hizo un silencio, y Kyle se paró en seco, arqueando una ceja.
-Eso es extraño.- Dijo la voz al otro lado. Kyle tocó el pequeño auricular de su oreja derecha, de donde procedía su interlocutor.
-Lo es. ¿Ahora lo entiendes por qué la necesito?
-... Sí. Traela.
Kyle elevó una de sus comisuras, interesado por la situación. Una vez más, las cosas se ponían en su favor.
-Estaré allí en pocos días.
Hola,soy Vane, como ya te dije en la C-box me encanta tu blog!La historia me ha enganchado,este capi sin duda se ve genial e intrigante, espero el próximo!Bye linda!
ReplyDeleteMuchas graciaas!
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