Pues nada. Me he animado a subir la historia que estoy escribiendo. Es a modo de fanfic cutre, así que no os esperéis nada fuera de lo normal, no soy una escritora excesivamente buena y lo hago por aburrimiento. Es bastante típico, sobre demonios y tal. Pero me van ese tipo de historias. Que antes de empezar, quería decir que me he unido a esta iniciativa tan superchula para nuevas en blogger como yo, así que si os interesa hale, ¡no sé que estáis esperando!
La historia trata sobre Aya Toudou, una adolescente de 17 años hikikomori: No estudia, no trabaja y su única misión es escribir en su blog, el cual tiene miles de seguidores y por el cual es odiada y amada a partes iguales. Pero su historia cambiará cuando recibe una solicitud de afiliación curiosa...
... ¿Crees en los demonios?
1. Muerte humana
En la completa oscuridad y con la sola
iluminación de la pantalla de su ordenador portátil, Aya Toudou
tecleaba incesante, con la mirada fija en su escrito y el cerebro
trabajando a mil revoluciones por segundo. En el blog en el que
escribía se podía leer el gran titular: Makiko Shibata saca un
nuevo single. ¡Y con extra de tetas!,
mientras que conforme empezabas a leer la entrada, podías contar la
cantidad de infamias, burlas y ofensas hacia la protagonista de la
entrada. Porque así era Aya, o cómo se la conocía en la red,
Happy-tan; era una adolescente de 17 años ácida y sarcástica,
ofensiva por naturaleza, autora anónima de un blog sobre música y
anime relatado a su manera de ser, llamado “Call me bitch”. Y
odiada y amada a partes iguales, únicamente vivía de aquel sitio en
Internet con más de 1.000 visitantes diarios.
Pero no le
importaba el odio, si no que prefería la fama. Y por eso,
incansable, había superado su record de pasar más de 20 horas al
día en el ordenador. No estudiaba, ni salía de casa, y comía en su
cuarto. Para ella, el mundo exterior era extraterrestre y las
relaciones sociales una estupidez para meros mortales. Y ella no era
una mortal cualquiera. ¿Para qué iba salir a emborracharse con
cuatro tíos si podía ser famosa en internet? Era su pensamiento. Y
lo llevaba a rajatabla.
-¡Aaaah! -
Exclamó cuando terminó su ácida entrada, recostando su espalda
sobre el respaldo de la silla y estirando sus brazos.- Veamos...
Zorra... Poca calidad musical... Barata... Sí, está todo.- Siguió
murmurándose a sí misma, mientras leía detenidamente la entrada,
comprobando que todo estuviese bien. Aunque no se caracterizaba por
hacer muchas amistades, igualmente cuidaba cada detalle de sus
entradas. Sabía que al minuto tendría más de cincuenta comentarios
alabándola y deseando su muerte a partes iguales, pero su masoquismo
internauta hacía que los deseara leer.
Se revolvió su
media melena, de largo hasta los hombros, negra azulada y rebelde,
para después colocársela bien y ajustarse su flequillo
perfectamente recto. Después, ajustó sus gafas, usadas únicamente
para leer y escribir, a sus ojos marrones claros, casi amarillentos.
Cerró los ojos con fuerza y volvió a abrirlos para aclarar la
vista. Después, cogió un par de patatas fritas de la bolsa que se
encontraba a su derecha en el escritorio.
-¡Kyuu, kyuu!-
Oyó entonces, antes de que pudiera apartar la mano del recipiente.
Era como un chillido de animal, agudo y suave. Miró a todos lados,
hasta encontrarse con el animal que la había llamado: era un pequeño
erizo de pelaje claro, colocado al lado de la bolsa de patatas. Y, si
afinaba la vista, podía incluso notar que estaba enfadado.
-No te enfades
encima. Sólo estoy tomando un tentempié...- Dijo Aya molesta,
apartando la vista. Y el animal caminó hacia la mano que aún seguía
medio metida en la bolsa y se subió encima, mirándola.
-¡Kyuu, kyuu!-
Volvió a chillar, haciendo que Aya lo volviera a mirar.
-No me hagas esto,
Kyun-san... Esta bien, son las nueve de la noche y debería cenar.
Pero lo haré luego, lo prometo.- Contestó, casi como si le
entendiera, intentando apaciguar al nervioso animal, el cual sacudió
su cabecita, caminando hacia el despertador que había al otro lado
del escritorio.
-¡Kyuu!- Le
indicó, subiéndose encima del aparato. Aya ladeó la cabeza,
confundida, y miró atentamente la hora que ponía...
-¡Ah, mierda!
¡¡Son las cinco de la mañana!!- Exclamó, levantándose de golpe
de la silla. Kyun-san la miró, en un movimiento de cabeza que
parecía un asentimiento.
-¿Pero por qué
narices el tiempo pasa tan rápido en Internet?- Se murmuró a sí
misma, recogiendo las bolsas de patatas y la gran botella de cocacola
del escritorio y dejándolo a un lado. Después, se volvió a sentar.
-Voy a publicar la
entrada y me voy a la cama. De verdad.- Continuó hablando. El erizo
suspiró, haciéndose una bola.
“Y encima se
enfada...”, pensó Aya. Pero decía la verdad, sólo iba a publicar
la entrada.
Kyun-san era un
erizo que la pelinegra había tenido desde que tenía cinco años, lo
cual explicaba su nombre. Había sido su mejor amigo y su gran
compañero. A veces pensaba que estaba loca, pues el erizo parecía
cuidarla realmente, y podía llegar a entender lo que quería. Y por
eso, se había convertido en su única compañía en el último año.
“El último
año...”, pensó, estremeciéndose. Negó con la cabeza y presionó
con el puntero del ratón el botón “enviar” de su blog.
Y ya estaba. En
realidad, el publicar en un blog era algo muy superficial y efímero,
que transcurría en unas horas y con un botón de enviar se lo
mostrabas al mundo. Y ellos no sabían ni por qué lo hacías ni como
interpretar tus palabras.
Y, como solía
hacer, empezó a leer los comentarios que casi instantáneamente se
empezaron a publicar:
“LoL tienes
razón. Esa Makiko es más bien una Zorrakiko, ¿Verdad?”
“Makiko es buena
cantante, sólo está en una mala época”
“Deberías
morirte por hablar así de Maki-chan. Eres mala persona.”
Aya rió por lo
bajo, mientras seguía leyendo. Internet estaba especialmente activo
aquel día. El erizo, cansado de esperar haciéndose una bola, se
deshizo y subió hasta la cabeza de su ama caminando por su brazo,
acomodándose ahí.
Y, así, encontró
el comentario que desentonaba con todo lo demás.
“Si te atreves,
deberíamos afiliarnos.”, comenzó a leer. Aya arqueó una ceja.
Recibía constantemente proposiciones de afiliación entre blogs, que
daba publicidad a ambos, pero siempre los ignoraba. Pero aquel
mensaje era diferente.
“Demuestra que
no eres una vulgar humana. Deberíamos afiliarnos”, seguía.
-¿Pero de qué va
este tío...?- Murmuró. Había un link, una dirección. La URL decía
“hellsgate.com”. Volvió a reír por lo bajo. Realmente era una
idiota supersticioso, pensaba, y estaba segura de que simplemente
quería llamar su atención usando su técnica de la ofensa. Pero
ella era más valiente que eso, tenía más autoestima.
… Pero aquella
URL, y todo el mensaje en general, le escamaba. Sentía algo. Algo
diferente. Y, aunque su plan inicial era irse a la cama, sintió que
debía presionar ese link. Y lo hizo.
Una pantalla
totalmente negra se abrió entonces, apareciendo progresivamente unas
letras blancas, casi fantasmagóricas “Introduce tu nombre si te
atreves”. Aya arqueó una ceja, tecleando en el espacio que había
“Aya Toudou”. Inmediatamente después, salió otra pantalla
igual, pero esta vez decía “¿Aceptas los términos y
condiciones?”.
Pero no había
ningún texto. Aya afinó su vista y, tras unos segundos, se encogió
de hombros.
-Total, es en
todos lados lo mismo. ¿Quién narices lee los términos y
condiciones?- Y marcó la casilla que decía, “Sí”, y la
pantalla se puso completamente en negro. Aya empezó a ponerse
nerviosa y miró a todos lados. Notaba su propia respiración, y
comenzaba a tener mucho frío. Y era pleno 15 de agosto.
-No me jodas que
era un virus...- Pensó. El erizo chillaba alarmado, nervioso.-
Cállate, Kyun-san. Ahora lo arreglaré.- Y acercó su mano al ratón.
Pero, antes de que pudiera hacer nada, unas nuevas letras aparecieron
en la pantalla.
“Bienvenida a
Hell's gate”.
-¿Hell's...
gate...?- Se repitió a sí misma, frunciendo el ceño. Estaba
realmente desconcertada. Pero aquella frase en pantalla negra
relucía, iluminando la pequeña habitación en la que Aya hacía su
vida.
-¿Pero qué broma
es esta?- Murmuró, arqueando una ceja. Suspiró y apagó la
pantalla.- Mañana lo investigaré. Ahora toca dormir~, ¿verdad
Kyun-san?- Dijo. Se levantó de su silla, dispuesta a irse a la cama,
pero... Notó que sus articulaciones se paralizaban, dejándola
inmóvil en su sitio. Inmóvil e incapaz de articular siquiera una
palabra.
Y se asustó.
Quería gritar y llamar a sus padres. Y Kyun-san tampoco se movía, y
sabía que hubiera saltado de su cabeza para ir a buscar a alguien si
la veía así. Empezó a notar que su vista se nublaba poco a poco,
que el aire de sus pulmones se iba extinguiendo. Y, mientras tanto,
ni las lágrimas querían salir de sus ojos.
“Que alguien me
salve, por favor...”
__
Aya Toudou se
levantó de golpe, incorporándose en lo que parecía su cama.
Respiró fuertemente y asustada. Tocó todo su cuerpo y sí, sentía
que estaba viva. El cuarto seguía oscuro, y vio que las cortinas
estaban echadas. Probablemente sería por la mañana.
-Me cago en todo,
qué susto.- Murmuró. Miró a ambos lados, viendo que, como siempre,
el erizo dormía a su lado.- Kyun-san, despierta...- Murmuró,
tocando sus espinas con delicadeza, haciendo que poco a poco abriera
los ojos, estirándose.
-He tenido un
sueño muy raro. He soñado que un blog extraño quería afiliarse al
blog, se llama Hell's Gate y ponía cosas del estilo “bienvenido a
Hell's Gate” y así. Y después me paralizaba o algo así. Todo muy
raro.- Empezó a contarle a su mascota. Rió, apartándose el
cabello, y cogió al erizo entre sus manos.
-Es hora de
desayunar, ¿no? Papá debe haber comprado churro...- Y, gritó. Aya
gritó, mientras miraba a la pantalla. En la mismo fondo negro y con
las mismas letras blancas, ponía.
“Te estoy
esperando, Aya Toudou”.
Empezó a oír
ruidos en el exterior, como si estuviesen dando golpes. Y oía risas.
Estaba muy asustada, así que se levantó de un salto, con Kyun-san
en sus manos, y corrió como nunca había corrido. Necesitaba salir
de esa casa, lo sentía. Pero al caminar por los pasillos de la
humilde casa de los Toudou, los notaba más largos y costosos. Y, a
cada esquina, podía ver claramente sombras, ojos, todo. Un sinfin de
pesadillas que la estaban llevando al borde del llano.
Llegó por fin a
la puerta principal, la cual abrió de golpe. Y deseó haberse
quedado dentro de la oscura y tétrica casa Toudou.
-¿¡Pero dónde
coño estoy!?- Gritó. Su casa estaba dentro del hall de lo que
parecía un enorme palacio, de techos altísimos. Las formas eran
puntiagudas, casi de piedra, y reinaba un color rojizo y enfermizo
que la asustaba. Lo único que iluminaba el sitio eran los candiles,
pero unos candiles con una llama desmesuradamente grande. Parecía un
palacio fantasmal... No.
-Esto es un
palacio infernal.- Murmuró. El erizo saltó de sus manos, poniéndose
en su hombro y gritando. Pero Aya no le hacía caso, ya que estaba
más atenta a observar aquel lugar de terror.
Y algo aspero
cogió su mano , tirando con fuerza, lo que hizo que todo su cuerpo
se sacudiera y se girará asustada. Y lo mismo pasó de su otra mano.
Volvió a gritar
como si no hubiera mañana, pues dos monstruos con cuerpo humano,
vestidos de verdugos, y cabeza de cuervo la sujetaban. Y oyó miles
de risas detrás y lo poco que pudo girarse, vio otra estampa casi
más terrorífica: miles de seres iguales, con cabeza de cuervo, y
vestidos de trajes medievales.
Los verdugos
cuervos la forzaron a agacharse, mientras ella no podía hacer nada
debido al tremendo shock. Era todo confuso, surrealista, la
paralizaba desde los pies hasta la cabeza y no la dejaba pensar más
que en “voy a morir”. Parecía el mismísimo infierno. Y Aya
estaba convencida de que lo era.
Desde lo lejos,
oyó como alguien se acercaba a paso relajado. Y el corazón de la
adolescente empezó a palpilar, aún más cuando ese alguien empezó
a reírse y a aplaudir. Tenía una voz profunda.
-Bienvenida a mi
infierno, Aya Toudou- Dijo en tono alto. Y por fin se descubrió: Era
un hombre de mediana edad, de cabello canoso, largo y barba de tres
días, ojos rojo fuego y vestido como un rey medieval. Aquel hombre
se paró delante de ella, observándola, mientras la mirada atónita
de la joven no se despegaba de aquellos ojos inhumanos. Se inclinó
hacia la chica, tomándola de la barbilla.
-Bella, sin duda.
He elegido una buena iniciada, ¿no lo creéis, pequeños míos?-
Siguió aquel ser burlonamente, seguido por el graznido de los
cuervos humanos. Él se incorporó, aún observándola.
-Oh, que grosero
soy... Mi nombre es Malthus, conde del infierno y uno de los 72
hermanos demoníacos. Y tú eres mi nueva iniciada, mi nueva
creación, mi nuevo demonio... Oh, pero qué digo. Tus ojos aún no
se han encendido del todo... Tienes un alma humana fuerte, ¿verdad?-
Habló, para después reír. Aya no sabía que hacer. No podía huir
porque la sujetaban fuertemente, y de su boca no salía ni un mísero
ruido.
-Habrá que hacer
una pequeña trampa...-Murmuró el conde Malthus, alzando su mano
hacia ella. Unos rayos rojos salieron de esta hacia el cuerpo de Aya,
la cual empezó a gritar y estremecerse del dolor. Sus ojos marrones
y llorosos empezaron a encenderse, tal y como el conde había dicho,
convirtiéndose en un amarillo brillante. Y, una vez más, la
muchacha notó como volvía a desvanecerse.
Una vez más. Como
si su destino hubiese sido ese: alucinar y morir. Quizás había
pasado tanto tiempo en el ordenador que su cerebro había colapsado,
o igual toda su vida había sido una mentira. Porque no cabía lugar
de que eso estuviese pasando de verdad.